«En el gesto de las manos que bendicen se expresa la relación duradera de Jesús con sus discÃpulos, con el mundo. En su ascensión El viene para elevarnos por encima de nosotros mismos y abrir el mundo a Dios. Por eso, los discÃpulos pudieron alegrarse cuando volvieron de Betania a casa. Por la fe sabemos que Jesús, al bendecir, tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Esta es la razón permanente de la alegrÃa cristiana». Joseph Ratzinger / Benedicto XVI