Karmelo C. Iribarren es un poeta que no condesciende con la vacuidad ni la palabrerテュa, quizテ。s porque ha aprendido a creer en la poesテュa con minテコscula y a descreer de las poテゥticas con mayテコscula. Nada en sus versos responde a un programa sino a la vida, su vida, vivida o malvivida; de ahテュ la presencia del humor y de la ironテュa, de la noche, el alcohol, las mujeres reales y las entresoテアadas, la familia, la infancia perdida, las calles de su ciudad con sus charcos de lluvia y sus semテ。foros, las gentes con quien por un instante se cruza o ve tras un cristal o en la barra de un bar y tambiテゥn el peso cada vez mテ。s grave del paso de los aテアos. De ahテュ esa mirada suya tan desapegada y tan cercana, tan antisentimental y tan sentimental a un tiempo.
Sus poemas, hablen de lo que hablen -y hablan de muchas cosas- hablan siempre de テゥl mismo, es decir, de todos nosotros, sus lectores; quien los lea tocarテ。, como querテュa Whitman, no un libro sino un hombre.
Abelardo Linares